Caroline Herschel: La astrónoma que desafió su época (y ganó)
Ser mamá me ha enseñado que hay días en los que el universo parece más fácil de descifrar que los programas que mi hijo ve en Youtube. Pero si hay algo que la astronomía me ha dado (además de noches en vela con telescopios y muchas tazas de café), es la certeza de que las mujeres hemos mirado al cielo con curiosidad y determinación desde hace siglos. Y una de esas mujeres fue Caroline Herschel, una pionera que, a pesar de vivir en una época donde las expectativas para ella eran bordar y cocinar, terminó descubriendo cometas y desafiando las reglas del juego.
Nació en 1750 en Alemania, en una familia donde su destino parecía estar escrito: ayudar en casa y quedarse en la sombra de los hombres de su familia. Pero su padre, que veía más allá de los roles de género, le enseñó matemáticas y astronomía a escondidas. Porque claro, una mujer educada en esa época era casi tan raro como encontrar vida en otro planeta.
A los 22 años se mudó a Inglaterra con su hermano William, un músico y astrónomo aficionado. Al principio, su papel era el de ama de llaves y asistente musical, pero Caroline no se conformaba con eso. Entre partituras y tareas domésticas, empezó a estudiar astronomía por sí misma y pronto se convirtió en la mano derecha de su hermano en la construcción de telescopios y el análisis de datos.
En 1786, Caroline hizo historia: descubrió su primer cometa, convirtiéndose en la primera mujer en hacerlo. Y no se detuvo ahí: a lo largo de su vida, identificó ocho cometas y varias nebulosas, además de corregir errores en catálogos estelares que los astrónomos hombres habían pasado por alto (¿quién dijo que las mujeres no son detallistas?).
Pero, aunque su trabajo era brillante, el reconocimiento llegó a cuenta gotas. Recibió un salario de 50 libras al año, la cuarta parte de lo que ganaba su hermano. Y no fue hasta los 85 años que la Royal Astronomical Society la reconoció formalmente.
Caroline Herschel abrió camino en un mundo que no la quería ver brillar, y gracias a ella y a tantas otras mujeres, hoy podemos soñar con el universo sin que nadie nos diga que no es para nosotras.